2/10/2007

EL PINTOR, LA CIUDAD Y EL ALMA

EL PINTOR, LA CIUDAD Y EL ALMA. (nota sobre la exposición Laberintos urbanos de NELSON VILLALOBOS)
Crítica de arte:Virginia Ramírez Abreu


Está muy de moda sacralizar entornos por la potencialidad de sus obras maestras; engrandecer la imagen de las ciudades por el inigualable tesoro que albergan tras sus muros o puertas contenedoras, ambos términos virtuales "borderlines", más inhibidores que hospitalarios. La ciudad es punto no sólo de referencia, sino destino y meta final de aquellos cuya sensibilidad se exaspera ante lo bello, ante lo esencial del arte, esa alma de la que tanto habló Baudelaire para legitimar una obra maestra. Para la inmensa mayoría el viaje a una ciudad no es vivirla, respirarla, recorrerla y dejarse seducir por el erotismo de sus símbolos contingentes, sino visitar la memoria de aquellos que dejaron su huella en las piedras, en los lienzos o un metal magníficamente domesticado.La ciudad, víctima de la grandeza indeleble de sus artefactos, ha dejado ya de ser motivo de excitación por si misma, para soportar un alocado y caótico desenfreno por visualizar los grandes contenedores de excelencia, que se acomodan en sus añejos rincones, acariciados por el espectro del polvo efímero. Así, cree el ingenuo degustante, sofisticado en arte, pero amateur en peregrinación, que si ha visto el Louvre, conoce París. O que conoce Venecia porque ha visto todas las obras de Canaletto.Así las cosas, espero no molestar si vuelvo a sorprenderme delante de estas ciudades inventadas por la mano del artista amigo y que nadie se disguste si me retomo cuando afirmo que Nelson Villalobos es un urbanita. Quizá incluso tenga que reconsiderar esta idea y definirlo hoy como urbanista, si me ciño al concepto de creador de ciudades, corriendo el riesgo de parecer demasiado atrevida al jugar con las palabras o simplemente, una snob irremediable.
Sin embargo, no es descabellada la idea si tenemos en cuenta que esta vez, el iconoclasta pintor, inventa ciudades artificiales y nos sorprende con su concepto particular de urbe. A pesar de que es infatigable como viajero y profundo conocedor de media Europa, esta vez no ha mirado en un de esos diarios que gusta llevar consigo, ni siquiera ha "ojeado" libros. No, estas ciudades son las que están en su corazón, utopías que se mezclan con su realidad. Dicho sea de paso, su realidad no esta hecha de materia, sino de pequeñas partículas de irrealidad volátil, cambiante, efímera, que él siempre intenta transmitir como eterna. Es su paradoja, su ideario más fecundo, su permanencia.



¿Que decir de estas paredes que me aguardan en los lienzos? ¿O de esos planos casi aéreos, teñidos de imposible, interrogantes desde los infinitos colores de quien vive muchas vidas? Adivino el desconchado, el repinte, el desconocido graffitti. Presupongo la simultaneidad de estilos, avizoro los siglos transcurridos en la quietud de esas paredes. Entiendo y siento mil ciudades dispares, nevadas o tropicales, grandes o pequeñas, famosas o desconocidas. Y me transporto, viajo, consiento con cada uno de mis sentidos que los colores me enamoren, que me acaricie la pincelada suave o que me abofetee la rabia de un muro agredido por la exaltación de quien ama o la violencia de quien sufre. Afirmo con esto la celebración de la ciudad como ente, transida de símbolos que representan los ideales de sus habitantes o simplemente patentizan, en gesto definitorio, sus creencias. Y me hago partícipe del homenaje, que a modo de ofrenda, hace el pintor a la ciudad de su alma.


P.D. Para el amigo Villalobos, que una vez más me sorprende y me enamora desde la erótica de sus cuadros.


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