8/09/2008

ACERCA DE LA VARIEDAD, LA SINTESIS Y LA MUCHA PINTURA DE NELSON VILLALOBOS. GALERIA NESLE. PARIS,1993


Acrílico/papel. 1992. 114 x 81,5cm





(1)Acrílico/papel. 150 x 107cm. 1992. (2) Acrílico/ papel.220cm x 200cm. 1992






Acrílico/ lienzo. 200cm x 350cm. 1993.




Hace ya algún tiempo que sigo la obra de Nelson Villalobos. Aparte de las colectivas, he visto tres muestras de este artista en otros tantos años, una de ellas semiantológica, ya que abarcaba de1985 a 1992. También conozco el último de sus estudios en Zaragoza. De manera que creo tener impresiones fundadas en el trato directo con la persona y con la pintura. Y debo decir, por lo pronto, que dada la exuberancia multiforme de su producción, hubiera esperado cierto desorden en el taller. Pero no es así, desde luego, puesto que pronto descubre, sin concierto rígido, un sistema que se encamina a la funcionalidad. Pienso que las muchas variantes con que parece rechaza estilemas unitarios se apoyan en su enorme y versátil trabajo productivo. Aunque tampoco desestimemos el gusto ecléctico que elige cuanto le place de las distintas experiencias.


El primero de sus dos manifiestos de “RUPTURA” va firmado por Villa, Lobo y el otro, mientras que en el segundo habla de un grupo en el que participan Nelson, Villa, Ferrer y Lobo. Todos se reducen, sin embargo, a él mismo con la única compañía de s nombre y apellidos. Asume de tal modo la diversidad que prefiere parecer varios en un intento con cierto talante provocativo. Claro que también en la presente exposición encontraremos tres planteamientos distintos. Pero “en el villalobismo” – y son palabras suyas- todo es arbitrario, porque todo tiene razón de ser”. Así admite rasgos magistrales, como los de Klee, Matisse, Miró o el inevitable Picasso, junto a la huella hispanoamericano de Lam. O la más reciente y europea del esquemático Penck. O la de Goya. Nelson es ducho en digerir y llevar a término compatible enfoques muy diversos, con el nexo común del gusto por la factura. Algunas definiciones del arte insisten, a fin de cuentas, en el acto técnico de “hacer” con uso de materiales e intencionalidad.


Su actitud integradora nos lleva de la mano a considerar un sincretismo muy propio del origen caribeño. Con frecuencia lo ha manifestado, si bien menos explícito que en la etapa inmediatamente anterior con la que hoy enlaza. A comienzos de 1993 comencé la síntesis entre la cultura africana animista y al española católica, con pre4sencias como la del misterioso Changó, que es también Santa Bárbara, siempre con su hacha encima. Personaje que, por cierto reaparece una y otra vez en su trayectoria. El primer grupo de lo que prepara para su próxima salida ante el publico anda ahí, por lacedemonia nocturna- sombrío incluso de paleta- por el ídolo y por la máscara. Lo que me enseña ahora se inicia en el papel e implica un carácter más espontáneo dentro de los símbolos y del código personal. Después lo amplía hasta los dos metros. Desde lo previo llegan los esquemas, semejantes a los antiguos antropomorfos, que recuerdan a Penck, aunque resulte más gráfico y villalobos más pictórico.


Sigue un capitulo diferente, ya que parte aquí de collages pequeños, con elementos pegados en realidad, para elevarlos luego a pinturas grandes sobre tela. Esa especie de mosaico le permite unir fragmentos desiguales, cada uno de su tendencia, como clásicos, históricos de otros periodos, fantásticos, kichs y abstractos de color plano. Cabe situarlo entre dos polos: el zúrrela, tan aficionado a los fotomontajes imaginarios, y el cubismo que conlleva factores racionales y es la raíz de cualquier rama constructiva. Porque Nelson resulta más racionalista, se preocupa más por las composiciones y los ritmos. Junta además lo figurativo con lo que no lo es, lo que finge volumen con lo que no lo tiene, las degradaciones con los tonos uniformes. No falta la cuidadosa transcripción de los rasgados originales del papel que traducen por el blanco del soporte, para una calidad tan ilusoria como deliberada.


Por lo que al tercer bloque se refiere, constataremos un eco de las piezas iniciales, puesto que Nelson Villalobos retoma parte de su iconografía. Otra vez hayamos a Changó con el hierro doble sobre su cabeza, como una estilizada cabellera de antaño. Para el que no necesitamos otros modelos que los pictogramas del Caribe, las imágenes populares cubanas o a los fetiches negros. Igual que los hombres-flecha, igual que los guerreros, se inscribe en campos de bastante complejidad, casi como un emblema; pero lejos de simple grafismo, ya que admite una materia relativa en los fondos y también textura en los motivos, a veces sustituidas por el liso brillo del esmalte. Ha vuelto más libre y directo que nunca, con más desparpajo en el decir, con más juego en la transparencia de sus aguadas, más colorista, solo comparable a sus frases ya remotas, recién venido a españa. Con ese repertorio alude Nelson Villalobos a costumbres ancestrales, a ritos prehistóricos, a fiestas de génesis lejanas, a carnavales que arrastran el erotismo de los trópicos. Le gusta contarnos de donde viene. Pero le interesa, más que nada, pintar.



Ángel Azpeitia

Zaragoza, 1993







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