Algo inquietante y herido por sombras, que se adentra en la religión de los negros africanos, fundada de esta lado del océano, nos conduce a un panteón de invenciones, quizas sudverticiamente consagrado a la muerte, donde a fuego lento, pedazos de la realidad casi indescifrables, están marcando a dioses surgidos de su imaginación demasiado caprichosa.
¿Qué drama cotidiano se infiltra? No importa, ya lo sabemos…
Nadie debía viajar sobre esta isla condenada a grandes estremecimientos, nadie verdaderamente sensible, sin intentar dar un paso en su íntima expresión a algunas de las crestas de sentimiento que la agitan.
Y ahora en el momento más aciclonado de la isla aparece el lobo, el solitario Villa-Lobo, como quien trae ingenuamente, casi sin querer, la respuesta de una pregunta que todavía no nos atrevemos a formular, porque en fin, es materia interior de la ola, paisaje de la ola por dentro; mientras la mayoría seguimos mirando despreocupados la textura externa de la ola, según ella se desliza cual mole incontenible u gigantesca hacía un punto de la geografía marina, en que surgirá seguramente una cresta.
¿Es solo el toque que da esta tierra al expresionismo de siempre y de todas partes?, ¿es el matiz local, la situación singular al margen o desfasada de la moda?, ¿es la mezcolanza caprichosa que el cubano trae en la sangre o la mezcolanza racionalista que el europeo ensaya en sus laboratorios culturales y se nos mete en el cuerpo por algún viaje?, ¿es eso lo que se observa en estas obras?, ¿es eso lo que produce una vibración tan especifica?. Creo que es todo eso y es mucho más. Es una vigorosa alegoría, es también la inevitable alegoría, la que sale a relucir aún cuando estemos seguros, resguardados en nuestro refugio; aún allí, es ese fragmento de realidad que sin permiso hace violento el reposo deseado y agresiva la intención más delicada, más discreta, más sublime.
La Habana, 1990
EL PINTOR VILLALOBOS por JULIO GIRONA. Para la Exposición "MANERAS SIN REMORDIMIENTOS"
He seguido la trayectoria de Nelson Villalobos. Su serie de la exposición que efectuó en Alemania fue para mí una revelación. Conocía su obra anterior, donde mostraba ser un pintor de talento, pero las pinturas que exhibió en Europa eran ya las de un artista logrado, seguro. Durante varios días pensé en esos cuadros, de un dibujo suelto, espontáneo. La gente a mi alrededor parecía haber salido de sus telas, y el mismo pareció que se había vestido para andar por la calle y montar en guagua sin problemas.
En esta exposición vemos que el pintor no se detiene, que busca y encuentra, nos sorprende y se sorprende de sí mismo. En sus imágenes de forma primitiva, y sus figuras con cabezas de pájaros y búhos, que surgen en un escenario de magia, y se revela como poeta y el pintor. Sus pinturas son de dimensiones grandes, no importa el tamaño.
LA HABANA, 1990
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